domingo, 19 de febrero de 2012

DIARIO DE AVISOS NÚMERO 7


El día 18 empezó con otro paseo por La Habana Vieja. Artesanía y música para turistas. La artesanía muy graciosa y colorista. La música excelente, acompañada de una mercadotecnia impecable que te coloca el cd a la venta en tus manos sin casi darte cuenta. Llevamos ya con nosotros los cuarenta principales de “la sopa”, que es como llaman aquí a dedicarse a cantar por los hoteles.

El paseo se adornó con un intento de localización y compra de un libro de Dulce María Loynaz (“Un verano en Tenerife”) por encargo de Luis Junco. Decía el recado que  se gratificaría al Alfaya por la gestión. En modo alguno porque aunque no se consiguió localizar el libro en cuestión, el asunto nos puso en manos de varios libreros de ocasión y dio pié a sabrosas conversaciones con la mercadotecnia al fondo, de manera que no encontramos el verano pero nos cargamos con otro título de la autora y otro de Carilda Oliver.

Mónica, la sirena, tenía que sumergir su cuerpo en las aguas del Caribe, así que se fueron Pilar, Caneiro y ella a Varadero. Volvieron cargados de fotos y con los cuerpos rosáceos (Caneiro, la placa fotovoltaica superior, que el cuerpo no nos atrevimos a investigarlo y lo de Mónica lo sabemos por confesión de la antedicha y por exhibición de la zona pectoral hasta donde la decencia lo aconseja).

El cantautor de guardia tenía que ir, por invitación de los organizadores  del evento, a la presentación del libro “Cien poemas para el Che Guevara”. Era a las 16h en el precioso palacete (con jardín tropicalísimo, claro) de la UNEAC, en la calle 17 de El Vedado.  Pero como aquí se recicla en un santiamén, el acto se fundió con otro que consistía en un encuentro bilingüe de poetas canadienses y cubanos. Por un momento se complicó el horario pero después fueron comprensivos y lo ajustaron de manera que el Alfaya pudiera partir sin apreturas de tiempo para la Casa de la Música de Miramar. Se estrenaron dos canciones para el Che sobre textos de Julio Cortázar y Germinal Sánchez y como Alfaya está a la que salta, otra sobre un soneto de Roberto Fernández Retamar, dedicada a Nicolás Guillén, que había sido citado unos minutos antes como poeta nacional. Aprovechó Alfaya para pedir disculpas por su físico tan poco caribeño y el atrevimiento de meterse en ritmos vagamente habaneros y aludió al parecido que le tienen asignado con Hemingway (cuando ambos van con gorra, que es verdad que en alguna foto del norteamericano parecen hermanos). Sonrisas del respetable que aunque sean poetas trascendentes no pueden evitar la tendencia habanera a la broma de las palabras.

A eso de las 18h, según el horario previsto, estábamos en la Casa de la Música de Miramar. Ya estaba acampada la delegación chilena de la Corporación Cultural de Antofagasta, organización con la que La Discreta deberá establecer relaciones institucionales porque van a hacer una Feria del Libro, porque pueden establecer acuerdos de colaboración y porque tampoco estaría mal presentarnos con nuestra versión del Caribe en los Andes o con una selección de nuestros poetas. Los compañeros de allá están abiertos a una economía de trueque.

Después de unos cuantos videos proyectados y un a modo de recuerdo a Spinetta, comenzó la descarga de trovadores. Como se hacía tarde para otros compromisos que tenían, nos abandonaron Soledad y Awilda, pero no sin confirmar la reunión de despedida de hoy domingo que se va a celebrar en el hotel Nacional a eso del mediodía (hora cubana), o sea, a las 18h de Alpedrete.
Para contentar a los impacientes podemos adelantar que la comparecencia del inverosímil trío formado por Mónica, Tarduchi y Alfaya, fue un éxito de crítica y del público asistente, que no llenaba el local ni  mucho menos. Pero hubo complicidad en el humor y en la emoción. Claro que la presencia de los chilenos actuaba de catalizador humorístico porque vivir en el capitalismo es muy distinto de vivir en Cuba, como es obvio, y se entiende mejor el humor reinsertable cuando se es habitante de una gran superficie. Pero se reían los cubanos y pillaban perfectamente la ironía y las bromas escénicas. Reían a carcajadas con Tarduchi en la “Canción ecologista”, disfrutaban con la picardía de sacarle brillo a Caperucita y se reían con la advertencia de que “la luz que se ve al final del túnel puede ser los faros de un tren que se acerca”.

Cuando tocó el turno a Julia y a Carilda, gozosa comunión poética.

En cuanto a los colegas trovadores de acá, un apunte previo a escuchar atentamente todo el material que nos han entregado. Parece como si Labordeta hubiera transmitido sus célebres guitarrazos pero con más acordes y a mayor velocidad porque, aunque empiecen cantando con estupenda sensibilidad y mimo canciones delicadas (por cierto, les encanta Silvio tanto como Serrat), a los pocos minutos se ponen a cantar a golpe de guitarra y a grito pelado canciones de la nueva o más reciente trova con un convencimiento de amigos de parranda sentimental que cantasen “Asturias patria querida”. Espectáculo sorprendente y que representa con coherencia la definición que uno de los trovadores dio de su quehacer. Decía que la trova es una canción de resistencia. De resistencia de materiales y de aguante, añadiríamos, porque son capaces de engarzar una tras otras y nos resulta complicado quedarnos con un mensaje tan largo, tan intenso y tan explosivo, que las guitarras parece que disparan los acordes. (Y eso que el nivel guitarrístico es alto, que se recorren el palo entero a toda velocidad...)

En fin, hoy es día de despedidas y preparativos para tomar el avión de vuelta. Es absolutamente necesario agradecer a todas las personas que nos han acogido, que nos han ayudado, su forma de estar ahí. Pero lo haremos ya con el pié en Madrid, que tiene que ser una despedida muy cuidadosa porque hay mucho que agradecer y muchas personas que citar por sus propios méritos.

(Seguiremos informando).


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