Tres fieras corrupias (y el coro que las acompaña).
¡Hola, majetes! Ya que
estáis repasando las más egregias figuras femeninas que acompañan
a la Humanidad, os proponemos una declaración conjunta sobre nosotras
tres, que hemos sido y somos inseparables.
Me presentaré: Soy la
Guerra y vengo acompañada por la Violencia y por la Economía.
¡Buenas compañeras entre las que me encuentro como una centrista de
pelo en pecho imbuida de responsabilidad histórica!. Antes tenía
una fiel sirvienta, que era la Milicia, pero ahora prefiero que me
den cuartelillo las petroleras. La Milicia se estaba volviendo, desde
el soneto de Calderón para acá, demasiado mística. Y, además,
había que engañarla continuamente hablando, incluso, de acciones
humanitarias, como si fuera, efectivamente, una religión de hombres
honrados. Y no es que me parezcan mal los matarifes religiosos e,
incluso, con pretensiones de ser celestiales. En otros tiempos me encuadraban entre la Cruz y la
Espada. Todo era Cruzada y Yihad. Pero, lo dicho... Ahora estoy centrada entre dos compañeras
más extremas que yo misma y además cuento con la Robótica, que ya interviene decisivamente en mis juegos.
La Violencia es que lo
impregna todo. Y aunque los ingeniosos sensatos siempre la acusan de
ser la solución propuesta por los incompetentes, nadie puede negar
la irresistible seducción de su perfume. Recurrir a la Violencia es
más que una inveterada costumbre desde que los más antiguos bípedos
pensantes se disputaban los primeros huesos que sobraron de la comilona del mamut.
Forma parte de la condición humana y tiene mala fama pero combina muy bien con los
olores corporales de las muchedumbres excitadas. Hasta aquel Aznar, burocratilla de voz entre atiplada y rasposa, con ocasional acento
tejano de telefilme barato, que trataba de vendernos como visión
celestial la pesadilla de sus sueños de grandeza, se debió sentir
conmocionado ante el retumbe de la llamada atávica:
BRON-CA-BRON-CA-BRON-CA...
Como la violencia es de
todos y contra todos, a veces le ponen calificativos para diferenciar
entre las que convienen y las que no están de moda. Por ejemplo, la
de género está tan mal considerada como extendida. Otras, de otro
tipo (por ejemplo, institucional), intentan cubrir las apariencias
recurriendo al régimen de monopolio (oye, como el pensamiento
único).
La Economía parece
mucho más respetable, pero es la auténtica inductora de las peores
acciones violentas, tanto desde la perspectiva del déficit como por
la ambición del superávit. Es cierto que, en principio, la economía
significaba ahorro, luego pasó a ser sinónimo de deuda e hipoteca y, finalmente, todos estamos recibiendo de
su parte y en su nombre una auténtica incitación a la violencia.
Hasta una operación de compra-venta puede llamarse “opa agresiva”,
fíjense qué significativo.
Y luego estoy yo. Un
militar centroeuropeo me definió como “la continuación de la
política por otros medios”. ¡Iluso! En estos momentos podría
decir que es justamente lo contrario: La Guerra se impone como motor de la Economía y la Política está para hacerme comunicados de Prensa. Las conciencias podrán
estremecerse pero la gran Industria está de mi lado.
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