Diario de avisos nº 2
Reclaman los discretos noticias pero es que las noticias se
suceden con más velocidad que las ocasiones de comunicar. Y entre lo mucho por
hacer y el mucho tiempo para hacer, no se presentan demasiadas ocasiones para
comunicar, que esto no es como el Paraíso del Consumismo en el que puedes
combinar varias tareas al mismo tiempo con apoyo (y pago) de toda la
cacharrería cibernética. Aquí seguimos (y hay que volverse a habituar, pero se
gana tranquilidad) en lo de un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo y
con la duración que marca la tracción animal, la que va a ritmo del corazón y
no al de la banda ancha. Vamos, pues, de corazón, a un resumen:
Llegada el viernes 10 a las 21h (hora española). Mónica y Alfaya
son abducidos por los servicios de Inmigración por su carácter de emisarios
oficiales de La Discreta. Aparecen finalmente las visas oficiales y cruzamos
victoriosamente la raya fronteriza rumbo a la Aduana.
Se percibe la desaparición de tres maletas. Aparecen
finalmente en otro grupo de valijas destinadas a una inspección especialmente
rigurosa que no se produce finalmente. Aunque Mónica se mete en una negociación
de entregas de pastillas de jabón a cambio de salvar la vida de un chorizo.
Termina con las aduaneras recitando a coro unos versos de Carilda Oliver.
Alfaya espera la aparición de la tramitadora aduanal con sus
22 kg de
libros discretos. Para entretener la espera sostiene un debate a propuesta de
los aduaneros (una vez identificado como “editor”) sobre la conveniencia de
publicar a Leonardo Padura o a Soledad Cruz.. Alfaya, defendiendo a La
Discreta, reparte dos ejemplares de “Las dudas del fuego” para ganar la
discusión. Falta poco para organizar in situ una lectura pública de los
párrafos más significativos de nuestra Soledad.
Cuando pasamos el control aduanero entre sonrisas y buenos
deseos de los agentes, nos encontramos con que el resto del grupo
expedicionario ya ha sido pastoreado por un equipo de recepción formado por un
tal Conrado, un conductor y un microbús, que nos van a llevar al Hotel
Nacional.
Conrado no para de hablar durante todo el viaje. Cuando
llegamos al hotel, Conrado toma el mando de las operaciones pero sólo para
constatar que se ha producido un problema con la disponibilidad de plazas y
esta noche tenemos que dormir en otro lugar, el Hotel Neptuno, más cerca del
mar pero más lejos de todo. Nos lleva el microbús. Nos atienden muy bien como
refugiados y a eso de las 4 de la madrugada (hora española) nos tomamos unas
cervecitas en el bar del hotel para abandonar el horario europeo y meternos en
la noche habanera y en la cama de la habitación de cada cual. Caneiro nos
localiza y nos cuenta lo suyo. Al final de su correspondiente periplo por
Inmigración y Aduana no ha tenido el placer (como nosotros) de encontrarse con
la tramitadora aduanal y, cual vulgar “espalda mojada” ha cruzado los controles
con sus 20 kg
de literatura discreta sobre sus hombros. Los guarda celosamente en la
habitación de su hotel.
A la mañana siguiente nos vamos, Mónica, Tarduchi y Alfaya,
a la tv. (Canal Habana). Nos equivocamos en la dirección que damos al taxi y
nos deja a unas cuadras de nuestro objetivo. Llegamos, generosamente guiados
por un viandante, y nos reciben con mucha simpatía y eficacia en Canal Habana.
Se cumplen todos los rituales de intercambio de amabilidades y de regalos y
atenciones. El programa se graba distendidamente y con profesionalidad. Los
técnicos admiran la voz de la Yebra y el desparpajo de Tarduchi. Marta Campos
ha llevado su guitarra (comprada en España) y una pila (comprada en un chino,
por lo que se verá después): ambas resultan incompatibles y hay que sustituir
la pila por una que lleva Alfaya de reserva.
Se ríen los técnicos con la historia de la pila... no debe ser la primera vez que Marta Campos tiene problemas de ese tipo por más que ella no necesita para nada lo de “ponerse las pilas”. Se ríen con codazos de complicidad cuando Tarduchi hace de lobo en Caperucita Roja.
Se ríen los técnicos con la historia de la pila... no debe ser la primera vez que Marta Campos tiene problemas de ese tipo por más que ella no necesita para nada lo de “ponerse las pilas”. Se ríen con codazos de complicidad cuando Tarduchi hace de lobo en Caperucita Roja.
Al final de la grabación y ante el deseo de Alfaya de
“regalar” la pila a la guitarra de Marta Campos, los técnicos de la tv
organizan en un pis pás una ceremonia de transferencia de tecnología y
–contando con la complicidad del compañero agente de seguridad que está de
guardia y vigilancia, se organiza un a modo de breve desfile militar para
entregar la pila a su nueva propietaria. Grandes risas de todos y demostración
palpable del conocido y aún famoso buen humor de los habaneros.
Cuando salimos de la tv nos vamos a casa de Fidelito Díaz
Castro para hacernos cargo, en régimen de préstamo de su guitarra. Se suponía
que estaba ahí justo al lado pero nos dan las dos de la tarde cantando la
canción de Sabina (y nos dieron las diez y las doce y...). Nos dieron café y la
guitarra y volvimos para el hotel a la espera de que se hubiera solucionado el
tema de las habitaciones disponibles..
Las señoras de la expedición habían quedado encargadas de
gestionar la vuelta y reinserción al Hotel Nacional a golpe de teléfono y
paciencia. Se consigue no sin duras negociaciones y sin dejar de apreciar la
alegría de vivir habanera.
Llega el día 12 y
llega el momento de empezar las presentaciones en el recinto de la FIL. Nos
presentaqmos a las puertas de la fortaleza con los libros del “espalda mojada”
a la busca de los libros que llevaba el Alfaya y que debe haber subido la
tramitadora aduanal al almacén de la Feria. Pero a la entrada nos piden un
pase. Como no lo tenemos, pasamos por taquilla. Encontramos la sala Alejo
Carpentier, avanzando entre una multitud impresionante de gente, familias
enteras (o partidas, en todo caso tan numerosas como amplias), que hacen largas
colas... para comprar libros, no para visitar una gran superficie... la gran
superficie la ocupan ellos.
Encontramos un chiringuito con dos aduaneros y nos lanzamos
a la recogida de los 22 Kg .
de libros de La Discreta. Tenemos que sacar todos los papeles (normal) y
explicar por escrito qué estamos haciendo, dónde y cuándo. Llegamos, porque nos
acompañan muy gentilmente, al almacén donde inmediatamente reconocemos nuestro
bulto. Lo vamos a rescatar pero nos piden unas tasas. La Discreta adquiere una
deuda de 120 euros con Alfaya, pagano de la operación que incluye los libros
que el “espalda mojada” había pasado por la Aduana sin más trámites... Pero en
la oficina tenían su nombre y la noticia de que llevaba libros, de manera que
cobraron el paquete. De una lógica aplastante. También nos favorece una lógica
compasiva porque nos permiten dejar el maletoncio con los libros y visitarlos
cada día para retirar los que nos convengan, en vez de cargar con el peso en
todos nuestros desplazamientos, sin otro lugar donde dejarlos al cuidado de
nadie.
Llega Soledad Cruz rodeada de amigos y conocidos. Se hace
cargo de los libros y dictamina un procedimiento de reparto entre los
asistentes al acto que consistira en una rifa con papeleta que pone si te ha
tocado o si no. Se reserva otra cantidad de libros para compromisos
institucionales y donaciones a entidades culturales.
Comienza el acto y Caneiro hace de Awilda Palau (con la voz
menos melodiosa) y de María José Santamaría, nuestra responsable de la edición
de “Las dudas del fuego” de la que disculpa su no asistencia. Alfaya y Mónica
cantan las dos canciones sobre poemas de Soledad y Soledad maneja el acto con
soltura y lo remata firmando ejemplares como una diosa.
Tsé, tsé... si llego a estar ahí no habríais tenido que sufrir tanto (¡no habríamos pasado del primer control!).
ResponderEliminarBueno, en serio, gracias por tomaros el tiempo de escribir las crónicas, y gracias sobre todo a las amplias espaldas de Caneiro y Alfaya por acarrear los libros. Ser editor tiene estas satisfacciones, este es el auténtico glamour de la literatura :-)
Pedro