martes, 7 de febrero de 2012

A PROPÓSITO DE LAS DUDAS


LAS DUDAS DEL FUEGO DE SOLEDAD.

Estimada Soledad: Como sé que su amiga Awilda ha redactado un texto precioso hablando de usted y sus circunstancias, me atrevo a rescatar otro texto que le envié hace ya algún tiempo y que me sirve para hacer pública mi opinión, no por importante sino como curiosidad, sobre lo que me sugirió su novela.  Decía, más o menos, así:

Me he leido de un tirón "Las dudas del fuego", que no son sólo de él (dudas ardientes) sino de toda una generación. Yo no soy tropical y a Changó y otras divinidades afro-cubanas empecé a conocerlas por Don Nicolás Guillén, o sea que no he mamado eso desde la cuna. En cambio comparto el barroquismo expresivo como andaluz que soy. Esto es como una cadena: un andaluz con mucho viento atlántico se convierte en canario y, en cuanto pasa el charco, en caribeño, de manera que lo que usted cuenta me queda muy cercano en lo estético, en cómo lo cuenta y, aún más cercano en lo generacional, en lo que cuenta.

No quiero pecar de crítico literario pero me hacen gracia las "influencias" que percibo de Durrell y su "Cuarteto de Alejandría" y me divierte mucho (literariamente) la mezcolanza entre supervivencia económica y gestión de los sentimientos, así como el cóctel (Molotov) entre religiones, extraterrestres y marxismo-leninismo. Impagable y maravillosamente cercana a mis propios recuerdos la descripción del comportamiento de la variedad espongiforme de los funcionarios de cualquier aparato, que son lo mismo en todas partes porque la enfermedad se propaga entre los que tienen encefalograma propio plano. Percibo que hay mucho de biográfico (y de autobiográfico) en el texto, pero lo que me gusta más es cómo se transmite el batiburrillo de diferentes vivencias, interpretaciones, posicionamientos en un marco que sólo tiene de excepcional la insularidad revolucionaria que condiciona la vida de todos los intervinientes en la trama.

Pero le quiero decir que, bien mirado, lo de la insularidad no es tan excepcional. Yo soy de Ceuta que también es "isla" a efectos políticos y sociales y sé lo raro que resulta tener que definirse, encerrado en el interior de las murallas, para "protegerse" del cerco exterior.

El otro día presencié una de esas conversaciones tontas e irresponsables de las que se mantienen en familias españolas que van de modernas y hasta progres. Una joven acababa de volver de Cuba y traía sus opiniones al respecto. Me apresuro a decir que no eran malas ni malintencionadas, aunque reflejaban el desconcierto que generan en mentalidades “europeas” algunas medidas como las que se aplicaban a las relaciones entre cubanos y extranjeros. Inmediatamente, su madre, que es de mi edad, se puso a hacer el discurso de la derecha sobre lo de la democracia y la libertad. Yo les dejé cuerda para que no pudieran recoger el carrete y cuando menos se lo esperaban, imitando una secuencia memorable de “La vida de Ryan”, pero a la inversa, me puse a hablar de los numantinos, de lo raros que habían sido, de qué extraña y unánime decisión colectiva de no querer disfrutar de las ventajas de la civilización romana, de haber preferido la autoinmolación a las comodidades de las termas, a la eficacia de las vías y al lujo urbanístico de los arcos triunfales, romanos... naturalmente. Y de lo raros que éramos nosotros, que sí que éramos descendientes de los otros, de unos "pringaos" que se habían dejado colonizar, que se habían cambiado de chaqueta ante la "pax romana" dejando de ser turdetanos o lusitanos o celtas para convertirse en siervos del Imperio, legionarios y mano de obra para las minas, los puentes y acueductos (que hay que ver que todos los Imperios terminan haciendo su negocio a base de cambiarte el paisaje sin informe de impacto ambiental ni nada); y que ahora teníamos a los numantinos en los libros de historia como ejemplo de no se sabe muy bien qué: ¿patriotas? ¿irreductibles?

Conseguí, al menos, que dejaran a los cubanos en paz, lo que sería ideal que practicáramos todos incluyendo a todos los cubanos de fuera que dicen aquello de "cuando salí de Cuba dejé enterrado mi corazón".
La verdad tiene muchas caras y la única que me interesa, de verdad, es la que mira hacia las necesidades de los seres humanos. Los errores son obstáculos a la credibilidad de cualquier propuesta transformadora, pero más terribles aún son las propuestas vacías, de rendición total, de pásame tu presupuesto que ya te lo administro yo y en cada reunión del Consejo de Administraciónh te regalo un bolígrafo, ...que es lo que se estilaba por estos lares (ahora ya ni regalan el bolígrafo). Claro que te dejan abierta la Oficina del Consumidor para que plantees tus reclamaciones, pero sólo después de que hayas demostrado que no sabes qué hacer con tu carta de ciudadanía.

Aunque puedan parecer raros, no se rindan, numantinos. Si no les gusta el ejemplo, también tienen el de Fuenteovejuna. Porque cuando la cosa está clara no hay problemas para ir todos a una.

2 comentarios:

  1. Estupendo resumen del libro de Soledad Cruz. Y yo también me identifico con muchas de las cosas que dice identificarse el señor Alfaya. No en vano también soy isleño. Enhorabuena a Soledad Cruz por la novela, y por haber inspirado este inspirado comentario. Luis.

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  2. Certero lo de mezcolanza entre supervivencia económica y gestión de los sentimientos así como el cóctel Molotov entre religiones, extraterrestres y marxismo-leninismo. Nos sedujo esa alma que se materializa en los personajes e historias entre las dudas del vivir.
    Desde que se hace más y más intensa la crisis capitalista envidio más y más lo que tiene Cuba, bocado que no arranca la crisis. No por no tener, sino como dice Alfaya por irreductible. Que lo que creíamos de una cara (progreso económico) es del revés. Al menos Cuba no tiene que hacer el viaje de vuelta (decrecimiento y revolución social)
    Mª josé (no soy anónima ni anónimo)

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