jueves, 15 de marzo de 2012

ESPAÑA: CREMATORIO


Una amiga cubana me pide que le cuente cosas de España. Es lo que trato de hacer en este blog que se propone, a la espera de nuevas aventuras culturales en cooperación o complicidad,  mantenerse como modesto puentecillo entre las dos orillas... y dá la casualidad de que me he encontrado en Sin Permiso, una admirable publicación electrónica, una larga entrevista con Rafael Chirbes que, además de ser un magnífico escritor, es amigo y viejo cómplice de aventuras marroquíes, por cierto, muy bien narradas en su primera novela "Mimoun".

Rafael Chirbes habla con lengua afilada y descarnada. Los amigos cubanos podrían leer "Crematorio" pero si no les ha llegado la ocasión, lean esta parte de la entrevista con su autor. Tiene la ventaja de que desaparecen los personajes de la novela y aparecen los personajillos de la más reciente historia de España. 




La novela de Rafael Chirbes convertida en serie televisiva


"... ¿Crees que el hecho de que Crematorio sea una novela ha permitido recoger mejor que otros géneros y medios todas las relaciones que generó el modelo económico español basado en la especulación inmobiliaria?
Yo creo que ése es el mérito de la novela: hacerte ver todos los puntos de vista y además vivirlos. Las novelas te dan ese espejismo de vida. Lees la picaresca o a Cervantes y se pone en movimiento ante ti toda la España del XVI y el XVII. Aunque hay crónicas periodísticas que son cojonudas, tocadas también por ese soplo divino, mejores que muchas novelas. La literatura tiene esa capacidad. A mí me decían que Crematorio es un libro sobre la corrupción urbanística. Pues no, no es un libro sobre la corrupción urbanística. Es un libro sobre el estado de nuestra alma a principios del siglo XXI. Al menos eso es lo que yo quise que fuese. Ojalá lo fuese. Eso es lo que te da la literatura. Esa cosa en apariencia inaprensible que es el espíritu de un tiempo, la atmósfera de un tiempo. Eso sólo lo da la literatura.

Hacía tiempo que no venía por aquí  –yo nací en l'Alfàs del Pi, aunque luego nos trasladamos a Alicante– y en el viaje he visto auténticos destrozos...
¿Te refieres a lo de Gata? Lo de Gata de Gorgos rompe incluso la lógica del pelotazo inmobiliario contemporáneo. Parecía que estando en Europa y en el siglo XXI, ya no se iba a hacer ese tipo de urbanismo basura, pues ya ves.  Eso fue un alcalde sinvergüenza que dio la autorización para hacer una cosa que, encima, está a medio acabar y está abandonado. Que, al parecer, no sólo no ha dado dinero al pueblo, sino que les costará un pico a los vecinos. Luego subimos y verás cómo llega a salir por encima de la montaña.

¿Por qué apoyó la gente esta locura? ¿Triunfó el “capitalismo popular”, como lo llamó Sarkozy, se creó un proletariado de la construcción afín, como decía Engels de los obreros que apoyaban el Segundo Imperio?
Es así. Me ha pasado hasta a mí. Nosotros teníamos una casita en Dénia y nos echaron por un PAI. Urbanizaron. Y nos dieron dinero. Por aquí, casi todo el mundo tenía un huerto con dos naranjos y de repente le daban 20 ó 30 millones, lo que no le iban a sacar al huerto en tres siglos de cultivarlo. Así que, en apariencia, nos hicieron ricos, a unos a la fuerza y a otros por avidez. La gente descubrió que no tenía un huerto, una casita, sino mercancía para vender. Luego se lo han gastado en un Toyota, en la boda de los hijos o en putas. No ha sido un proceso de acumulación primitiva de capital. Ha sido un espectáculo de fuegos artificiales. Acabada la cremá, ha vuelto la noche. Antes,cuando yo era pequeño, llegabas en tren a Valencia y los maizales terminaban al pie de las casas de Russafa. No había chabolas, suburbios, como ocurría a la entrada de Madrid por Atocha. Ahora es al revés. Treinta o cuarenta kilómetros antes de llegar, empiezan los vertederos, los escombros, las naves industriales abandonadas. No hay huerta. Luego lo piensas y tiene su lógica, la lógica de nuestro principio de siglo: este señor que está criando cebollas, al final saca como mucho 100.000 pesetas al año, le atracan los yonquis, le quitan la cartera mientras está cavando, tiene ratas, le vuelcan escombros por la noche... De repente llega un constructor o alguien del puerto y le dice: yo almaceno los contenedores y a cambio le doy tres millones al año. Nadie está fuera de esa lógica. Con lo cual, los contenedores del puerto de Valencia ocupan cada vez más espacio y la huerta desaparece. Y los contenedores llegan ahora mismo hasta La Albufera. Es una barbaridad geográfica, social, paisajística, pero la lógica se  ha impuesto: aquí, en la comarca en que vivo, pasa lo mismo con la naranja o con los almendros. Los huertos están abandonados. Agricultores ya no quedan. Queda algún viejo que tiene cuatro naranjos con los que pierde dinero cada campaña. Y de repente llegaba un tío con una cartera y un talonario y decía: toma veinte millones. La gente salía huyendo con los veinte millones, claro. Y ésa ha sido la mecánica. Han proletarizado a todo el mundo, sin que se dieran cuenta, a los hijos les ha quedado una boda, la entrada de un piso y el todo terreno, a los nietos, la mera fuerza de trabajo. Ha sido el espejismo de una falsa riqueza con el lógico corolario de la corrupción. Ha sido una mezcla de expulsión y rapiña y otra mezcla de espejismo de riqueza que iba a llegar. Todo el mundo iba a ser rico durante toda la eternidad. Y hasta que todos los rusos no tuvieran un chalet en el Mediterráneo esto no iba a parar.

¿Y ahora que se ha terminado todo?
Todo el mundo está en el paro. Bajas al bar y todo el mundo está en el paro. Con elementos inquietantes, porque si pones en Internet “recoger naranjas”, verás que está lleno de anuncios en polaco, en rumano, en búlgaro... y que hay anuncios que ponen “se admiten cuadrillas: búlgaros, rumanos  – españoles abstenerse”. Lo cual crea una expectativa a medio plazo aterradora, porque eso es el origen de la xenofobia. He leído ya en el periódico algún enfrenamiento, porque las empresas facilitan el trabajo a los extranjeros: les facilitan el camión para el transporte de sus cuadrillas, les ponen las cajas cerca (porque cada caja que llenan ellos son veinte céntimos, vamos a suponer, mientras que la de los españoles son sesenta). Con salarios de 10 euros al día o 15 euros al día. Ahora mismo se reúnen todas las condiciones para que ocurra lo peor.  Y los sindicatos, como Garbancito, en la tripita del buey, que ni llueve ni hace frío.

¿Algo como El Ejido? 
Hay una especie de pudor todavía, restos de cuando aún no éramos estrictamente lumpenproletariat. Quedan los restos del pelotazo inmobiliario y las familias siguen apoyando a los hijos, pero cada vez menos. Cada vez, eres más un parado de larga duración sin perspectivas, prólogo del lumpen. Y luego hay escenas tremendas: por ejemplo, un día estaba en el bar  –bajo muy poco al pueblo, voy directamente al supermercado y compro un día a la semana– y estaba, como te decía, en la puerta del bar tomando café y delante estaban seis o siete parados. Justo al lado estaban construyendo una casa unos extranjeros y uno dijo: Tiene cojones, aquí estamos nosotros parados y los extranjeros trabajando. Pero claro, los extranjeros trabajan por menos.

Terminaste Crematorio en el 2007. Un año después estalla la crisis financiera. Crematorio describe la cresta de la ola. Ahora la ola ha roto.
Han dicho que Crematorio es una novela profética. Yo creo que no es profética. Era dar a mirar lo que estaba pasando a tu alrededor. Ahora subiremos arriba y verás lo que yo veía, lo que hace diez años empecé a ver. Yo vine en el 2001 y muchas de las cosas que verás no estaban. Yo había vivido en Extremadura los últimos doce años, en Valverde de Burguillos, que es, sigue siendo, un pueblo blanco, luminoso, limpio, todo pura subvención, jardines, fachadas encaladas. Mi casa por un lado daba a la plaza del pueblo y por el otro al campo. Llego aquí y me dicen que vivo en el campo. ¿Pero qué campo?, me preguntaba. Cada mañana aparecía en el horizonte una nueva grúa, todo eran solares, armazones de edificios en construcción, ruido de hormigoneras, de retroexcavadoras, veía luces por todos lados. Los días que da el viento oigo el ruido de la autopista, un zumbido permanente. Y ya te digo, luces por todos lados. De ahí surgió  el paisaje de la novela. Como ahora intento ver lo que está pasando con los parados.

Lo describiste como «el sueño de un drogadicto.»
Era así. Tenía una sensación de pesadilla. Además las ventanas de arriba no cierran. Me pasaba la noche viendo luces. Un poco de ahí salió la novela. Me limité a contar lo que estaba a la vista. Como en las otras novelas quise contar el origen de estos años en que los de mi generación nos colocamos estupendamente y nos parecía que todo estaba bien, todo era estupendo, y nadie veía que estaba ocurriendo todo esto que ha llegado luego. Porque no es lo mismo ser partidario de la revolución proletaria que tener un despacho y un chófer a la puerta. Ocurría lo que cuenta Poe en la carta robada: lo que está tan a la vista que nadie ve y nadie quiere ver. Crematorio fue contar lo que estaba tan a la vista que nadie quería ver. Y la voluntad de contar lo que estaba pasando. No me interesan los sueños, no me interesan las pesadillas, soy un escritor realista. Leo a SaintSimon o a Virgilio, el alma humana no ha cambiado tanto, pero expresa sus impulsos de otra manera, lo que hay que contar es la manera específica en que esas cosas ocurren en el momento en que tu vives.

¿Cómo recibiste el impacto social de la novela? Yo diría que todo el mundo estaba esperando algo así.
Lo del impacto social... no lo sé. Creo que es una novela que poco a poco, eso es verdad, ha ido hablando la gente de ella. Y cuando salió recibió el Premio de la crítica. Me gustó que lo recibiera, pero... no sé, es verdad que ha ido tenido más repercusión con el tiempo. Luego han hecho la serie. Aunque una cosa es la serie y otra la novela.

En el 2010 el Frankfurter Allgemeine Zeitung inició una serie dedicada a Europa en la que invitó a varios escritores a escribir sobre su país. Tu artículo, “Zapatero, en la mesa con los caníbales” intentó ser manipulado por la derecha. ¿Qué ocurrió exactamente?  
No creo que fuera muy de derechas lo que yo decía en ese artículo. De hecho la prensa amiga del zapaterismo acabó diciendo algo parecido, claro que dos años más tarde. Lo que ocurre es que la socialdemocracia española te envía enseguida a la extrema derecha en cuanto no le bailas el agua ni arrimas el hombro para que ella siga en el poder. Es una canción vieja.  No creo que ninguna de mis novelas haga buen papel en algún cursillo de cristiandad del Opus, ni se la compren los kikos a sus hijos por navidad.
Nunca me he creído la socialdemocracia española, vi cómo se construyó en los setenta y lo que han hecho. Si tú miras todas las reformas reaccionarias que se han hecho en España en los últimos treinta años, todas las ha hecho el PSOE porque el PP no se hubiera atrevido: desde los cómputos de jubilación hasta los contratos temporales. Esta polémica entre derecha e izquierda es pura ciencia ficción... creo que Michael Moore dijo que los republicanos eran una cucaracha muy fea que te cae en medio de la cocina y que da asco mirar. Eso sería el PP. Los demócratas son unas termitas que cuando te das cuenta te han comido la cocina entera. Eso sería el PSOE. Aznar se hizo las fotos de la guerra (qué asco). Pero Felipe mandó  a los soldaditos de reemplazo y rompió la neutralidad de España en todas las guerras del siglo XX. Derecha e izquierda. ¿De qué hablan? ¿de aparatos de desinformación de un partido o de otro? ¿Has oído o leído mucho de Libia o Afganistán? Creo que tenemos 38.000 millones de deuda en armas. Y me dicen que más de la mitad es de Aznar. ¿Y la otra mitad de quién es?
Zapatero pilló una estrategia muy buena. Excitar a la izquierda de boquilla. Matrimonio gay, paridad, aborto sin permiso paterno, pacifismo, anticlericalismo, republicanismo, memoria de la guerra civil, apertura de fosas. Izquierda excitada y extrema derecha removida. Perfecto. Mitterrand lo hizo así, encantado de que subiera puntos Le Pen. Que se vea bien la extrema derecha. Que se vea que la hay. Teníamos a los curas y a los de Falange olvidados. Pues no, los hay, los hay. Que vienen, qué miedo.
Votos al cajón. Lo que nos deja las manos libres para hacer la política económica que realmente queremos hacer: seguimos con el pelotazo inmobiliario, el  compadreo con la banca, las leyes de impuestos, se quita el impuesto de patrimonio, etcétera. Ah, y vamos a la guerra pero llamándola paz. El discurso, después de gobernar veintitantos años de los treinta o treinta y cinco que dura esta Transición, es que todo es culpa de la derecha.
¿Y ustedes? ¿Por qué no movieron lo de la memoria y las fosas cuando aún estaban vivos los perdedores? Y el pelotazo inmobiliario no lo inventó José María Aznar. El pelotazo inmobiliario viene de la Ley Boyer de alquileres, que es del año ochenta y cuatro u ochenta y cinco, que fue la que activó la especulación en los centros de las ciudades, que los desalojó de viejos y jóvenes y los convirtió en materia especulativa, hizo subir los alquileres y multiplicó el precio del suelo por diez, por quince o por veinte.  Y a Botín se le cae la baba con ustedes.

Ahora lo llaman gentrificación...
Los efectos de la Ley Boyer luego tuvieron su máxima expresión en la gran especulación de la Expo y las Olimpiadas del 92. Fue el gran triunfo del ladrillo en España. El éxito total del ladrillo. Donde además se creó una burguesía supuestamente de izquierdas. Esta burguesía que surgió en Andalucía, Castilla La Mancha o Extremadura ligada al partido, a los intereses del partido y a los gobiernos regionales y nacionales.
¿Derecha o izquierda? ¿De que me están hablando? El PSOE hizo la reconversión industrial, y ahora pagamos las consecuencias: no hay ni una sola industria en este país. Ni una. Y usted lo hace sirviendo a los intereses alemanes e intereses franceses. Porque lo han financiado a usted Helmut Schmidt y Mitterrand. Y Kohl viene a hacerle la campaña electoral en vez de hacérsela a su colega Aznar. ¿Que Aznar corresponde a otros intereses? Efectivamente, corresponde seguramente a los intereses americanos. La gran lucha no es entre patriotas de hojalata, que decía Zapatero, y el honrado pueblo español.
La gran lucha quizá sea entre los intereses alemanes y franceses y los intereses norteamericanos.

Conoces el libro de Garcés, Soberanos... (pinchar en el enlace para leer un resumen)
… e intervenidos, libro misteriosamente intervenido, que cuesta un dineral, no sé sabe por qué, y que cuesta Dios y ayuda conseguir y llevo años recomendando a mis amigos. Es eso. Todo lo que no sea ese análisis es una gran mentira. Cuando dicen: “vamos a rescatar a los de las fosas”. Pues miren, efectivamente, a los de las fosas habría que rescatarlos hace treinta años. Pero eso es una farsa que se maneja y se controla. El día antes de irse del gobierno sale el vicepresidente Blanco y dice: “ahora le toca al próximo gobierno cumplir lo que el Consejo general del Valle de los Caídos ha decidido”. ¡Hay que tener cara! ¡Y ellos han estado veinticinco años para cumplirlo!
Aquel artículo del Frankfurter intentaba explicar lo que ha sido el zapaterismo para España. Dicen que ha modernizado el país. Ahora se ve: más paro que Lituania. Y, en el camino, nos dejaron sin ningún escrúpulo, sin ninguna ética, que es como decir sin ningún punto de vista, con el todo vale como filosofía universal. Gato blanco o gato negro, lo que importa es que cace ratones. Modernizaron las autopistas y el parque móvil, y cualquier pelagatos se compró BMW y Mercedes gracias a los negocios que se hicieron en esos años. Pero, que yo sepa, aquí en la Comunidad valenciana, en estos treinta años, lo que era una industria ágil resulta que es un desierto, y no tengo constancia de que se ha instalado ninguna sociedad de alta tecnología. Mandaron primero ellos y lleva casi veinte años el PP, ¿son galgos o podencos?

Además la memoria histórica es un asunto que no pueden llevar hasta sus últimas consecuencias, porque dinamitaría el Estado borbónico posfranquista sobre el que se sientan. Es algo que tienen que potenciar y frenar a un mismo tiempo. 
Eso mismo. Tienen que enseñar el muñequito cuando vienen las elecciones y esconderlo cuando pasan las elecciones. Pero es que es tan aburrido que siempre es lo mismo. Ahora sale Rubalcaba y pide un impuesto sobre los ricos. Y otra vez: que viene la derecha y recorta. Muy aburrido. Miren ustedes, esto es una gran farsa que se montó en el 78 por la cual los derrotados han seguido siendo derrotados, y ya no hablo de individuos (que ya se han muerto todos), sino de todo un concepto de la sociedad y del estado. Y ellos tendrían que haberlo corregido. Lo que desapareció con la República fue una sociedad compleja de ateneos, sindicatos, locales de partidos, asociaciones culturales, anarquistas por aquí, sindicalistas por allá, prensa de todos los colores y de todos los partidos... un hervidero. Y un concepto horizontal de la sociedad, de tú a tú.
Éstos lo que hicieron fue cargarse todas las asociaciones de vecinos, cargarse todas las asociaciones culturales, cargárselo todo en los años setenta después de la muerte de Franco. No dejaron nada. O lo controlaban ellos y se convertía en aparato del partido o se perseguía con más inquina que a cualquier cosa de derechas. Esa sociedad es la que ellos deberían haber intentado restaurar y no restauraron. Al revés, se encargaron de laminar lo poco que quedaba: los núcleos antifranquistas que quedaban.
Y en la cultura hicieron lo mismo. Ya en los últimos años de Franco comenzaba a entrar la literatura de los exiliados. Llegó un momento en que la literatura de los exiliados formaba el núcleo de la almendra ideológica y ellos se encargaron de tirarla fuera. Jordi Gracia dice que cuando los libros de los exiliados llegaron la gente estaba ya bailando y la juventud quería otras cosas. La Movida y todo eso. No, eso fue lo que ellos potenciaron, expulsar toda la cultura de la República y sacar otra cultura nueva que siguen pagando con mucha gratitud. Gente como Alaska...

… que ahora es tertuliana de La Cope.
Todo eso fue romper con esas raíces republicanas. No Max Aub, no el Sender de Imán, ni Azaña. Lo que hay que hacer es La Movida, que es lo moderno. Yo recuerdo irme a Marruecos en el 77 a trabajar y volver en el 79. Había dejado a mis amigos con la velita cantando  La Estaca de Lluís Llach y cuando volví estaban metidos en La Movida cantando lo de mi chica en el hipermercado y el hombre lobo en París. Yo no entendía nada porque no había vivido el proceso. Me vi como un marciano. Era la vertiente cultural del “¡Enriqueceos!”, pintores y músicos que cobraban un dineral de los ayuntamientos y de las terminales del Estado y no cotizaban fuera de España. “España es el país donde uno se puede hacer más rico en menos tiempo”. Eso no lo dijo Aznar. Lo dijo el señor Solchaga. Era su estrategia. La estrategia era hacer negocios, negocios con el Estado y sus terminales. Todos los cuñados pasaron de ser fontaneros de la UGT –fontaneros de verdad, quiero decir, plomeros–   a tener una empresa de construcción, una empresa de transportes o eran representantes de artistas. Los primos, los sobrinos, los cuñados... La derecha (la derecha, por llamarla de alguna manera, los franquistas), estuvo agazapada en sus negocios, calladita, porque no querían montar lío. Muchos de ellos se pasaron directamente al PSOE. Y en estos barros estamos. ¿Quedan diez justos en Sodoma? A qué sujeto histórico confiamos nuestro futuro? ¿Quién es la clase obrera de hoy?, en nombre de quién escribo yo, en nombre de quién entrevistas tú. Yo no lo sé. A quién representamos. Yo a nadie. Tú no lo sé. Reconstruir un sujeto histórico que enlace con la mejor tradición. ¿Eso de dónde sale? ¿Cómo se hace? De momento intento romper el lenguaje tramposo, los tópicos que la Transición ha acuñado y que me han calado también a mí. Con cada libro, me enfrento a ellos, para empezar enfrentándome conmigo mismo.

Pero ahora que el PSOE ha cosechado el peor resultado de la historia y no parece que vaya a recuperarse por mucho tiempo, que ha surgido el 15-M... ¿No crees que podría abrirse, como la llaman, una segunda Transición? De tus novelas, en conjunto, has dicho que describen una generación, la derrota de una generación –Antoni Domènech también insiste mucho en esto: en la derrota de vuestros padres (nuestros abuelos), de vosotros como luchadores antifranquistas, etc.–   pero ahora hay una generación que no tiene ese recuerdo.
Al final uno descubre aquello de Mao: el poder está en la punta del fusil. En realidad todos los movimientos acaban causando un dolor enorme y ahogados en sangre cuando son movimientos de verdad. No podemos imaginar un país con reglas de juego distintas y códigos distintos porque lo aíslan, lo bloquean y, a una mala, lo invaden. Lo que está ocurriendo en América Latina, por ejemplo. Con todas sus limitaciones. Por un lado miro con simpatía ciertas cosas, pero otras me asustan. El lenguaje de Chávez. Yo no me veo capaz de apoyarlo. Hemos pagado muy caro (han pagado) hacer la vista gorda en el siglo XX.

Dicen que es socialismo del siglo XXI pero con formas y lenguaje del siglo XX.
Del siglo XIX, más bien. A mí eso me inquieta. Lo oigo hablar y... es que el lenguaje es una forma de pensamiento y lleva en germen la acción y… Yo me lo planteo así: ¿Yo querría vivir allí? ¿participaría esperanzado? No lo tengo muy claro. Yo creo que no. Si yo no quiero vivir allí, mejor que nadie lo haga. Pero no es aquel cinismo de Felipe González: «Prefiero morir apuñalado en el Metro de Nueva York que de aburrimiento en el de Moscú». No es eso. Pero sí que tenemos que tener mucho cuidado con el discurso, porque las palabras en política son palabras, pero tienen valor performativo: maneras de mirar y de moldear la acción.. Entonces... ahora mismo no sé nada. Me gustaría que aparecieran cosas. Pero tampoco estoy muy al día. Seguramente ya se me ha hecho tarde. No salgo mucho de casa, vivo metido aquí dentro. No veo quién me representa, por dónde se puede romper, por dónde se puede salir.

Bueno, éste debe ser el pesimismo de Chirbes del que se habla. Hay una disputa, qué no sé si conoces, entre el filósofo y crítico literario Wolfgang Harich –que en este caso sería yo– que acusó a Heiner Müller –que aquí serías tú– de “pesimismo histórico”. 
No tengo que defenderme... Cuento lo que veo. Por ejemplo, las transiciones en América Latina desde las dictaduras a las democracias de ahora. En Chile o en Argentina. He visto a la gente en la calle y no podía dejar de pensar en nosotros mismos en la calle en la Transición española, siendo peones utilizados por las grandes maquinarias. Tú puedes llorar de emoción al verlos en la calle pidiendo libertad, pero también de pena pensando que son como era yo hace treinta años, qué se hizo de todo aquello, de toda aquella gente. También sé que en  La larga marcha  se dice algo así como que cuando nace un niño sabemos que va a morir, y que en vez de operarlo de anginas le dejamos morir a la primera fiebre y le ahorramos cincuenta años de sufrimiento. Pero luego está el médico le cura las anginas y le acaba cambiando la sonda cuando tiene noventa años, porque la dignidad está en mantener a la muerte a un minuto a la puerta de tu casa. La dignidad aquí está en mantener a la injusticia a un minuto a la puerta de tu casa. Lo que no veo son los canales públicos o sociales para eso. Claro que  no pertenezco a ninguna red. Vivo solo, como solo y duermo solo. Pero, vamos, miro con esperanza y con simpatía cualquier cosa que salga. Y desde luego la polémica no creo que sea entre socialdemocracia y Partido Popular.

Eso se acabó hace algún tiempo.
Es que es una polémica absurda. La primera vez, en el 2004, cuando entró Zapatero, el 14 de abril nos juntamos unos cuantos a cenar la noche de la República como hacíamos cada año, y ya esa noche me cabreé, me levanté y me fui de la cena, porque esa noche la mitad de la mesa era zapaterista y ya veía esperanzas. Y yo me preguntaba: ¿Pero es qué no los conocéis? Pero si son los mismos. Y me dijeron: “Hombre, por Dios, qué pesimismo, se respira de otra manera después de Aznar.” Bueno, pues ya hemos respirado de otra manera ocho años.

¿Conoces a Gregorio Morán?
Lo conozco y lo aprecio y lo admiro. Estuve comiendo con él un día y me cayó de puta madre. Junto con Sánchez-Ostiz, es la otra voz que veo que está fuera del sistema. Sus libros, el del PCE o el del País Vasco, me parecen espléndidos. Leo las Sabatinas, algunas veces no estoy de acuerdo, pero en general sí.  
De Zapatero dijo que se produjo esta tradición tan española de votar en contra y no de votar a favor. Y además escribe como dios. Espero siempre las novelas de Sánchez-Ostiz y los libros de Gregorio Morán.

Oye, ¿cómo es posible que en Alemania tengas más repercusión que en España?
Yo creo que por casualidad. Porque dos libros míos los cogió [Marcel] ReichRanicki y habló muy bien de ellos y como Reich-Ranicki hablaba mal casi de todo el mundo... La larga marcha gustó mucho, La buena letra también. La eligieron libro del año en Colonia. Yo qué sé. Por azares y porque la editora será buena en promoción. Yo qué sé. La verdad es que editan muy bien. ..."

Rafael Chirbes es un escritor nacido en Tabernes de Valldigna (provincia de Valencia) comprometido con los valores de la democracia republicana y el socialismo. Rafael Chirbes es autor de agudos ensayos críticos como El novelista perplejo (2002) y de aclamadas novelas como Minoun (finalista del Premio Herralde en 1988), La larga marcha (Premio de la SWR-Bestenlste alemana), Los viejos amigos (Premio Cálamo del Libro del Año en 2003)  y Crematorio (Premio Nacional de la Crítica en 2007, Premio Cálamo Libro del Año en 2007  y Premio Dulce Chacón en 2008). Uno de sus últimos ensayos es Por cuenta propia (2010).

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