sábado, 24 de marzo de 2012

SOLEDAD CRUZ, OTRA ENTREVISTA


SOLEDAD CRUZ:
Una mujer entre adioses y bienvenidas
Paquita Armas • La Jiribilla.-

Los años 80 resultaron, por circunstancias diferentes, ricos en una prensa
con cierto grado de polémica y con una abundancia de crítica que ni
antes ni después se consiguió en Cuba, a excepción de los primeros
tiempos de los 60. En ese contexto, Soledad Cruz se dio a conocer
con amplitud —ya era periodista desde comienzos de los 70—
con sus trabajos sobre televisión, radio y otros temas de la realidad
nacional que provocaban airadas controversias entre sus lectores.
Más de “un agredido o agredida” le respondió personalmente en el
propio periódico Juventud Rebelde, en los festivales Caracol o
en otros encuentros de intelectuales.
Por esa época, la periodista nacida en Camagüey tuvo muchos amigos
y amigas, aunque también le abundaron los contrarios. Solo el tiempo,
la madurez, los años de labor diplomática y quizá ese actual cultivo de
las formas asiáticas para buscar el equilibrio interno y externo, han hecho
 que la presencia de Soledad no represente la amenaza de promover una
discusión, aunque siempre esté dispuesta a desenfundar su opinión.
Pero esta polémica mujer junto con el periodismo cultivó la poesía
 y la narrativa, especialmente para niños, en los que la ternura señorea
de principio a fin.
Como no pretendo entablar una polémica con Soledad a estas alturas,
luego de haber conseguido que la paz sea lo común en nuestros encuentros,
hablé con ella como escritora y no como periodista. Ese tema
—¡muy interesante!— se lo dejo  a otro colega.

¿Cuándo escribiste un cuento, un poema, una novela… 
por primera vez?
Nací y crecí en una familia que, sin ser académicamente ilustrada se
interesaba por todo lo que ocurría, eran comunicadores natos, tenían
ese hábito casi perdido de la conversación, las discusiones, los puntos
de vista diferentes que se expresaban luego de la comida, en la sobremesa,
bajo el farol de keroseno, o las velas. La historia de Cuba y las leyendas
de fantasmas y aparecidos llegaban envueltas por el olor de los jazmines
del jardín de la abuela Catuca y las décimas del Cucalambé. Así, por
tradición oral escuché mis primeros cuentos, poemas y hasta novelas
versificadas. Y tan pronto aprendí a escribir comenzó mi vocación
por la escritura que cristalizó primero en las composiciones en la escuela,
seleccionadas casi siempre para ser leídas en los actos escolares. Como
mi familia por parte de mi madre, Zoila Guerra, yo tenía el virus de
comunicar a los otros mis sentimientos, inquietudes e ideas. Muchos
años después, los Guerra fueron los protagonistas del libro de relatos
Jinete en la memoria, publicado por la Editora Abril y que fue Premio
La Rosa Blanca de la UNEAC en 1990, a partir de los criterios de un
jurado que presidía José Antonio Portuondo.

¿Eras buena en español y literatura? ¿Por qué ese afán desde 
niña por las letras? 
Desde que aprendí a leer me convertí en una apasionada de los libros
y el primero que me marcó fue El presidio político en Cuba,
escrito por Martí siendo prácticamente un adolescente, aunque yo recitaba
sus versos en los actos de los sábados en mi escuela primaria Sierra
Maestra, dirigida por Ana Gloria Varona del Central Argentina, en Florida,
Camagüey, sitio endulzado en el recuerdo por las zafras azucareras
donde transcurrió la primera etapa de mi estancia terrestre. La Edad de
Oro llegó después y en sexto grado leí la novela El río, cuyo autor no
recuerdo, publicada en la revista Mujeres, y su historia me hizo evidente
que lo que yo quería hacer en la vida era escribir. La protagonista era
una adolescente con inquietudes similares a las mías que necesitaba
plasmarlas en letras.
Leía desaforadamente, los regaños en el aula eran por tener un libro
escondido entre las libretas, los regaños en casa eran porque, por leer,
hacía a un lado las tareas domésticas que entonces las madres enseñaban
tan pronto una espigaba... Esa pasión me hizo ser buena en Español y
Literatura y ganarme el sobrenombre de Polilla cuando estaba becada en
la secundaria Luis Augusto Turcios Limas, de Camagüey, donde fui
monitora de Español y como tal, por períodos, di clases a alumnos
de grados inferiores cuando faltaba una maestra.  El afán por las letras
nacía de mi necesidad de saber lo que querían comunicar los otros
y luego el contagio de transmitir a los demás todo lo que sucedía en mí
y a mi alrededor; pero también de percatarme que, en la locura
que se vivía en el viejo caserón de guano de la casa de los Guerra,
estaban los elementos que magistralmente expresó Gabriel García
Márquez enCien años de soledad. La historia de amor de mis padres
era más dramática que las novelas radiales que escuchaban mis
vecinas, porque mi madre no escuchaba esas radionovelas;
pero leí los poemas que aparecían en las revistas que se acumulaban
en casa, traídas por quienes querían un modelo de vestido.
Los primeros libros los traje yo, robados algunos de la biblioteca escolar
para formar la mía en casa. Esa gran aventura que es leer, afianzó
mi fascinación por la realidad, por lo “real maravilloso” de la existencia,
por la complejidad de la vida, porque cuando profundizas en ella te
percatas de la trama infinita que no se puede apresar totalmente,
que trasciende la imaginación más portentosa. La imaginación, la
fantasía conforman una especie de intuición sobre esa complejidad
que fluye del gusano a las estrellas, del movimiento sideral a unos
suculentos frijoles negros.

Luego de haber sido una periodista polémica, te das a 
conocer en Cuba con la literatura infantil ¿por qué?
El periodismo me absorbió por completo, era la gran oportunidad de
tener una justificación profesional para bucear en la vida, en las
gentes, en el país, para entrometerme en todo. Recuerdo que
muchos amigos me reprochaban: ¿por qué tienes que meterte en
todo, por qué tienes que formar esos líos? Por vocación, y por
convicción de que nada humano me es ajeno, por el compromiso
conmigo misma de entender, porque la indiferencia es una de
las causantes de grandes males en el mundo; pero en medio de
ese torbellino, siempre tenía que expresar cosas que no cabían
en el periódico —aunque cuando estudié Estética en el Instituto
Superior de Arte (ISA) me pareció de pronto que ya todo estaba dicho
y qué iba yo a decirles a los otros— y una vez más Martí fue  salvador;
todo está dicho ya, pero las cosas cada vez que son sinceras son
nuevas y la maternidad, traer al mundo a María Isadora —esa criatura
que hace homenaje a su nombre de santa y diabla— me motivó a
inventarle cuentos que luego me decidí a escribir y fueron publicados
por la Editora Abril bajo el título de Fábulas por el amor. Es decir, lamento
que  algunos no se hayan enterado pero en el comienzo de la década
de los 90, aparecieron mis primeros libros para niños y estuvieron entre
los más leídos según el récord que llevaba la revistaBohemia.

En el extranjero has publicado tanto o más que en nuestro 
país. ¿Incluye literatura para adultos  y para niños?
Cuando entre grandes polémicas —como siempre ha sido todo en
mi vida— me enviaron a París en 1994, como embajadora Extraordinaria
y Plenipotenciaria y delegada permanente de Cuba ante la UNESCO, ya
tenía un poemario, mi primer libro en realidad, publicado en 1988
por el Comité de Intelectuales de Puerto Rico. Se titulaba Documentos
de la otra, y vio la luz gracias  a los buenos oficios de la doctora Awilda
Palau, una luchadora independentista de Puerto Rico que había visto
mi extenso poema manifiesto “Declaración pública de amor”, en la Revista
Plural de México y, por las magias de la vida, se interesó en mi obra y
la hizo pública. Ese libro provocó un ensayo de Alessandra Riccio, crítica
italiana especialista en literatura hispana que luego tradujo y publicó
Declaración pública de amor. En ese momento del período parisino,
yo había publicado con Abril Jinete en la memoria, Fábulas por el amor
y la novela Adioses y bienvenidas y me habían otorgado el Premio
La Rosa Blanca de la UNEAC y el Abril en 1994 por la obra para niños
y jóvenes. Otro acto de magia, un verdadero milagro, fue que
Bianca Pitzorno, reconocida escritora italiana, embajadora de Buena
Voluntad de la UNICEF, se impresionó con la ilustración de portada de
Adioses y bienvenidas, que encontró entre los libros viejos de la
Plaza de Armas. Ella se interesó por la autora, la localizó, propuso
la novela a Mondadori, la tradujo y sin soñarlo siquiera me encontré
en la Feria de Bologna de 1998, entre notables autores europeos,
a bombo y platillo presentando Delfín Delfinero. Luego, traducidos
por Bianca fueron apareciendo en italiano Il cavallo con l’ombrelo, en 1999
y Sotto il pino Amor grande, en 2006 como parte de una historia de Cuba
hecha por relatos de infancia de la Condesa de Merlín, Renée
Méndez Capote y esta servidora, como diría mi abuela Catuca.
En Italia también se publicó traducido por Alessandra Riccio,
Lettere credenziale (1999) y Com´é cambiata la vita del bambine
en Cuba (2004), como parte de una selección de textos cubanos
publicados en Italia.
Antes de esos capítulos italianos, se había publicado Lost Harmony,
stories from Hispanic Caribbean(1995), una antología de escritores
 del Caribe hispano de los 80, a cargo de Margarite Fernández
Olmos y Lizabeth Paravisini-Gebert, en la cual aparece “Public
Declaration of Love”, entre los textos escogidos por Cuba.

¿Y en Cuba?
Mientras algunos de mis textos eran traducidos en otras esquinas
del planeta, en Cuba aparecía con la modestia de papel a que obligaban l
as circunstancias. El poemario Documentos de la otra (1991),
publicado por la Editorial Capitán San Luis y Secreto Chocolate
(1994), como parte de la Operación Juguetes de esa misma
Casa Editora y en el 2000 publicó Caballo blanco con paraguas.
En 1998 aparezco por primera vez en una antología de literatura
para niños, Mucho cuento, preparada por Enrique Pérez Díaz
y publicada por la Editorial Unión. Por su parte, en Francia, la
Editorial Índigo daba a conocer en una edición bilingüe
(Francés–Español) Declaration publique d´amour  (1999) y
Les doutes du feu (2001).

Después de concluida mi misión diplomática en París, en
diciembre de 2001, mis cuentos para niños siguen apareciendo
en selecciones o antologías, tales como El cuento de nunca acabar
y otros misterios (2005), Cuentos a caballo (2006), Mucho más
cuento (2009), Tiempo de amar (2009),Vestida de mar (2010),
Cuentan que de amor un día (2011), y otras como Uno, nosotros
todos, fruto de un concurso convocado por la Fundación de
Derechos Civiles de España, donde resulté finalista.
En 2004 la Editorial Ácana de Camagüey publicó mi poemario
para adultos Erótica del adiós. Para niños se publica en formato
de minilibro por la editorial Gente Nueva, Eternamente tuya (2008) y
Ediciones Unión publica en 2010 en su Colección Dienteleche
Polémica de las estaciones. Como se puede apreciar, años
tras año han ido apareciendo muestras de mi escritura, así que,
a pesar de la crisis del papel y otras razones, paso a paso continúa
mi devoción por la letra impresa, del mismo modo en que construí
mis andares periodísticos como corresponsal en mi pueblo,
luego desde la ciudad de Camagüey, más tarde en la redacción
capitalina, donde llegué a hacer radio y televisión, convencida de
ese proverbio asiático que dice que el camino más largo comienza
con el primer paso.

¿Por qué Las dudas del fuego ahora?
En 2011 ediciones La discreta, de España, publica Las dudas del
fuego que se presentó en la reciente 21a Feria del Libro de La
Habana. Esta novela la había escrito en el verano de 1993 y fue
publicada en Francia en 2001.

Otra vez y gracias a los sortilegios de la puertorriqueña Awilda
Palau —empeñada siempre en hacer notar el Caribe hispano—
tomé contacto con la Editorial La Discreta que tiene un hermoso
proyecto, especie de cooperativa artística cultural y les envié
Las dudas del fuego porque me interesaba que apareciera
publicada en español. ¿Por qué ahora? Catorce años después
de haber sido escrita, 11 de haber sido publicada en francés y
presentada por Ugñé Karvalis en la UNESCO —y señalo
este detalle por gratitud, y por orgullo, porque ella fue en
buena parte responsable de la publicación en Francia del
boom latinoamericano, porque gracias a ella existe el Premio
Cortázar en Cuba, porque en ella está inspirada La maga,
de Rayuela, porque como Embajadora de Lituania en la UNESCO
fue muy solidaria con Cuba y conmigo y porque me hizo el más
hermosos elogio a Las dudas del fuego: es una obra donde la
sinceridad y el amor establecen el equilibrio de una historia
alucinante. Aparece ahora porque es cuando los misterios de los
libros lo permitieron.

¿Cuánto hay de ti, de tu vida en Las dudas del fuego?
Mi vida, mis sentimientos, mis ideas, mis experiencias, mi fascinación
por las mil caras de la realidad, por esa trama que no cesa y me
hace descubrir nuevos aspectos en los que no había reparado
antes están en todo lo que escribo. Quien leyó los artículos en
Juventud Rebelde y luego lee los textos de pretensiones poéticas
de Documentos de la otra o la novela Adioses y bienvenidas,
o los cuentos para niños o ahora Las dudas del fuego se puede
percatar del empeño por hacer notar, por compartir las
inconformidades ante tantas cosas que limitan la posibilidad
de disfrutar y enriquecer ese suceso fabuloso que es vivir y el
entramado revelador entre lo común y lo extraordinario que es
su esencia. Las dudas del fuego fue escrita al calor de los
acontecimientos del año 1993, entre el desconcierto  y la
esperanza —siempre la esperanza como gran mediadora ante
las adversidades— y en ella, como en otros textos, hay un
juego  con las personas  que forman parte de mi existencia.

¿Qué tienes en el tintero?
En el tintero no, listas para sufrir el pujilato de ser o no aceptadas
por las editoriales, siempre con el susto de si interesarán a
sus destinatarios, tengo para publicar Los amores de Celia, un
intento de retrato de esa mujer que como pocos logró en sí la
simbiosis de lo común y lo extraordinario. Las noveletas
Amarnos sin convivir y Su excelencia y el vendedor, la novela
Los náufragos de la paradoja, los poemarios Ciclón interior y Me
amo en tu nombre, también están en espera. Para niños y jóvenes
están los libros de cuento Los ojos del corazón y Peripecias de
Hada con H, y la noveleta Sobresaltos en alegrón.
Estoy preparando un tomo de mis artículos periodísticos, quizá
dos, tres, quién sabe. Escribí tanto enJuventud Rebelde que a
mí misma me sorprende la cantidad de textos que encuentro
tanto en la sección Comentarios, como Por el ojo de la aguja o
en la página cultural. Repasar todo eso es algo que me da mucha
satisfacción. Ese período largo e intenso que me hizo merecedora
del Premio Internacional de Periodismo José Martí en 1989,
teniendo entre los jurados nada menos que a mi venerado poeta
argentino Juan Gelman.

La verdad es que cuando hago un recuento de mi vida personal
y profesional, aunque sea breve, siento una gran gratitud
por tantas satisfacciones que prevalecen sobre los contratiempos,
 por tantas gentes que oficiaron de magas y magos, de hadas y
duendes y porque no se me han quitado las ganas de salir a
la lluvia aunque tenga que mojarme. Es cierto, sin embargo,
que en este 2012 donde completaré los 60 años de mi existencia
me sirve de sombrilla protectora la certeza de que la vida, entre otras
cosas, es una continua alternancia entre adioses y bienvenidas,
disfrutable si la aceptas como parte de los sortilegios de la dialéctica.




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